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01 • CHAPTER SIX:
REVENGE.
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BLUE GUARDÓ SUS MANOS EN LOS BOLSILLOS y subió la capucha de su sudadera, deseando que nadie se fijase en su existencia durante todo el camino que tenía que recorrer hacia su casa.
Luego de lo acontecido en la cafetería, Blue se había ganado una amonestación con toda una semana llena de castigos al final de las jornadas escolares, pero nadie había mencionado que Mitchell hubo intervenido en la pelea y el moreno al darse cuenta de que su mejor amiga pasaría por aquello sola, comenzó a planear una estrategia para que también lo castigasen con ella. Blue le había roto la nariz a Nadine con el puñetazo que le propinó y su novio Jonah terminó con un lindo ojo morado y una nariz torcida gracias a Mitchell. Ella se lo agradecía con la vida a su mejor amigo, pero era innecesario que él buscase un castigo solo porque nadie lo tomó en cuenta dentro de la pelea que se hubo generado en la cafetería. Era bastante obvio que nadie le prestaría atención a él cuando la última integrante de la familia Sullivan le había roto la nariz a la chica más rica del pueblo.
(Mitchell había mencionado que sentía que Blue no la hubiese jalado del cabello y arrastrado su cara por el suelo de la cafetería para ver cómo le quedaba la reconstrucción facial que le hubieran hecho).
Ella tenía una mala reputación (aunque no hubiese hecho el intento de forjarla por cuenta propia) y ahora tomaba el camino más largo directo hacia su casa.
Blue solo deseaba que por una sola vez en su vida, todo resultase ser diferente.
• • •
-Te extraño mucho, Tripp -comentó la ojiazul mirando directamente hacia la lápida en la cual se encontraba grabado el nombre y los datos de su hermano mayor-. No te imaginas la falta que me haces; Mitchell intenta hacer todo lo posible para hacerme feliz, pero ya no estoy segura siquiera de lo que es la felicidad -posó su mano encima de la roca, sintiéndola algo caliente gracias al sol del mediodía-. Debes estar molesto porque no te he venido a dejar flores, pero no he tenido cabeza para nada últimamente.
Sintió un soplido de aire helado contra su nuca, lo cual era señal de que estaba a punto de ver una alucinación. La ojiazul tenía la certeza de que se trataría de su hermano mayor, y no se hubo equivocado, debido a que girar la cabeza hacia un lado, lo vio apoyado contra otra lápida, luciendo traslúcido gracias al reflejo del sol del atardecer contra él, con los mismos ojos negros que tanto le disgustaban a Blue y con el mismo semblante inexpresivo de siempre.
-No estoy molesto -lo escuchó decir. Sus palabras le causaron un escalofrío-, no contigo, por lo menos.
-Pero lo estás.
-No fue tu culpa, no fue culpa de nadie más excepto de él. Tú lo sabes Blue, yo lo sé.
Ella lo miró. Desde hacía varios días había podido mantener conversaciones algo largas con su hermano. Alucinar con él por lo menos le daba un pequeño consuelo porque veía su rostro, pero se sentía tan extraño para ella. Estaba acostumbrada al Tripp cálido, al amoroso, al que le besaba la frente y la tapaba con su sábana antes de quedarse dormida, con el que hablaba de todo sin cansarse ni un segundo y con quien podía ser de lo más honesta a sabiendas de que no la juzgaría. En cambio, el Tripp de sus alucinaciones le generaba desconfianza, un sentimiento de desasosiego del cual no sabía cómo deshacerse.
Eran tan iguales y tan distintos a la vez que le causaban una profunda confusión a la joven Sullivan.
-Decir eso no evita que siga sintiéndome culpable -alegó-. Pero no podrías entenderlo, porque estás muerto.
-Y tú no estás viva, solo estás respirando. No somos muy diferentes después de todo, hermana.
Y en un parpadeo, el castaño desapareció.
Blue se levantó del suelo y sacudió la tierra de sus pantalones, tomó su mochila, guindó las correas sobre sus hombros y antes de irse, tocó la lápida, susurrando:
-Tienes razón, Tripp: no somos muy diferentes después de todo.
• • •
La ojiazul se puso los cascos de los audífonos, encendiendo el reproductor y escogiendo una canción. Esa vez, Sucker For Pain de Imagine Dragons fue la canción elegida, y como no tenía demasiadas opciones a las cuales recurrir, sacó su libreta de apuntes de la clase de química, tomó la enciclopedia de química de su pequeña estantería y comenzó a buscar las respuestas de la tarea que les habían asignado durante esa clase. Blue no era demasiado partidaria de hacer las tareas en su casa de manera responsable, como debería hacerlo cualquier estudiante. Ella prefería dejarlo todo a última hora y copiarse de los apuntes de Mitchell. De esa manera era como lograba pasar el año por los pelos, pero al no tener mucho que hacer en su casa ni tener ningún tipo de compromiso con nadie, hacer la tarea era la última opción a la que se veía obligada a recurrir.
Y extrañamente, a Blue no le desagradaba aquella asignatura. Ella estaba consciente de que cuando se trataba de hacer cálculos o cuando se trataba de las prácticas en el laboratorio no debía entrometerse porque causaría un desastre, pero en lo que respectaba a la teoría, era medianamente buena. Conocía gran parte de los elementos de la tabla periódica, la clasificación de los compuestos químicos y sus reacciones.
Pronto, su investigación sobre la tarea de química quedó en el olvido al escuchar un grito proveniente de la planta inferior de la casa. Por un momento pensó que se trataba de su madre atendiendo a uno de sus clientes en la sala de estar, pero al escuchar nuevamente aquel grito, le quedó claro que no era así. Era un alarido, un grito de dolor. Dejó sus audífonos encima de su cama encima de su libreta de apuntes y bajó las escaleras lo más rápido que pudo. Se dirigió hacia la sala de estar, y la escena que presenció le revolvió el estómago. Su padre se encontraba encima de su madre en el sofá sosteniendo un cuchillo en el aire, apuñalando múltiples veces a su esposa, llenando de sangre el mueble, el suelo, las paredes y a él mismo en el proceso. Blue quiso gritar, pero de su garganta no salía sonido alguno. Estaba horrorizada.
Estaba ocurriendo lo mismo que hubo ocurrido con Tripp.
Tomando una determinación y sacando una fuerza que no sabía que poseía, Blue se aproximó hacia el sofá y empujó a su padre, haciéndolo volar por los aires y viendo como chocaba de espaldas contra la pared con fuerza. Observó el cuerpo apuñalado de su madre. Estaba bañada en sangre y la expresión de terror grabada para siempre en su rostro. La ojiazul escuchó a su padre gritar, y se giró a tiempo para cubrirse y alejarse del sitio en donde se encontraba parada. Su padre lanzó cuchillazos a diestra y siniestra, pero lo único que logró fue hacerle un corte superficial en el antebrazo -el cual le ardió como el demonio-.
- ¿Por qué la mataste? -Inquirió la ojiazul.
Ella no quería a sus padres, de eso estaba segura, pero por lo menos necesitaba saber el porqué.
-Era una zorra -Blue ya sabía eso desde hacía mucho tiempo-. Tu hermano y tú ni siquiera son hijos míos, Tripp, un muchacho que no sirvió para nada excepto morir, y tú, una pequeña zorra sin un propósito en la vida.
La mandíbula de Blue se tensó. No le permitía a nadie hablar mal de su hermano, no le importaba que dijesen todo lo que quisiesen de ella, pero si se metían con Tripp, automáticamente se ganaban un boleto para una buena golpiza por parte de la menor de los Sullivan; Le arrebató el cuchillo a su padre con bastante dificultad, también se ganó un golpe en la cara el cual estaba segura que quedaría tan morado como una maldita berenjena. Volvió a empujarlo, y pronto, sintió sus manos cosquillear. La sala de estar se iluminó de un color azulado, y pronto, sus manos se encontraban rodeadas por fuego azul, al igual que su cabello. Debía verse aterradora, el rostro de su padre solo albergaba esa expresión horrorizada en sus facciones.
-Eres un monstruo -lo escuchó balbucear-. Arderás en el infierno.
Blue ladeó la cabeza como un perro al que acabasen de retar. Sus ojos resplandecieron en color azul, y las flamas que ella emanaba incrementaron, hasta comenzar a consumir sus alrededores.
De pronto, vio a Tripp a su lado.
-Hazlo -dijo-. Mátalo, tiene castigos más grandes que pagar luego de su muerte.
Blue dio un par de pasos al frente, se agachó y encaró a su padre, viendo el mismo miedo que se reflejaba en los ojos de ella cuando él la golpeaba. Se sintió tan bien aquella sensación de venganza dentro de su pecho. Todos esos años de maltratos y golpes iban a ser descontados en ese momento. Ella no era la víctima, ella ahora era el verdugo.
Era hora de castigar a su castigador.
-Yo arderé en el infierno -siseó-, pero tú arderás conmigo.
Y justo en ese momento, ella presenció el ocaso de su víctima, y con él, la casa cayéndose a pedazos prendidos en fuego, acompañados de un resplandor azul que llamaba demasiado la atención para ser cierto.
Aquel era el resplandor de la venganza.