Phoebe jamás lograrÃa entender la mente ni las acciones de los dioses. Tampoco entenderÃa las acciones de los adultos, tan extrañas y sin sentido. TenÃa diecisiete y a veces aún se sentÃa como una niña solitaria dentro de un pequeño departamento, abandonada y con el sentimiento de vacÃo llenando su pecho.
Phoebe lo entendÃa, ella sentÃa exactamente lo mismo. QuerÃa ser querida por sus padres, pero ninguno de los dos la hizo sentir asÃ, en ningún momento. QuerÃa vivir el sueño de una familia feliz, pero ese sueño le fue arrebatado apenas tuvo conciencia de las cosas que pasaban a su alrededor.
Un quejido silencioso en la cama de al lado la sacó de sus pensamientos; la cama de al lado era la Luke.
A Phoebe le quitaba el sueño el rencor acumulado dentro de su corazón y a Luke las pesadillas.
Era algo a lo que ya se habÃa acostumbrado, habÃa sido asà desde que lo conoció. Nadie en la cabaña preguntaba, cada quien lidiaba con sus propios problemas, una pesadilla más era solo un sueño más, aunque Phoebe creÃa que habÃa algo más profundo en las constantes pesadillas de Luke.
—Luke —susurró su nombre y colocó su mano sobre el brazo del chico para agitarlo con suavidad—. Luke, despierta.
Abrió los ojos rápidamente y por unos momentos su mirada se mantuvo perdida en la oscuridad de la habitación. Luego, los ojos de Luke se encontraron con los de Phoebe, casi tan oscuros como la habitación, pero tan brillantes que Luke se sintió a salvo.